Sequía prolongada y los doctores de la lluvia

Un Relato de Supervivencia, Religión y Adaptación.

El misionero y explorador escocés, David Livingstone, es conocido por sus expediciones en el continente africano durante el siglo XIX, y su vida se convirtió en sinónimo de descubrimiento, evangelización, estudio de África y la lucha contra la esclavitud..

A lo largo de sus numerosos viajes, Livingstone no solo fue testigo de la grandeza y la belleza del continente, sino también de sus desafíos y tragedias, entre los cuales destacan las sequías recurrentes.

Uno de los relatos más notables que nos dejó Livingstone en su libro «Misionary travels and researches in South Africa» se refiere a su estancia en la aldea de Kolobeng, donde enfrentó una severa sequía que puso a prueba tanto la capacidad de supervivencia de los nativos como su fe en los poderes espirituales.

En Chonuane

Comenzamos esta historia cuando previamente, Livingstone y su familia, después de su paso por Kuruman y el valle de Mabotsa, lugar donde tuvo lugar uno de los momentos en los que Livingstone se enfrentó a la muerte, se establecieron por primera vez en Chonuane, un asentamiento habitado por los Bakwains bajo el liderazgo del jefe Sechele. Livingstone y Sechele forjaron una gran amistad desde que se conocieron. Se respetaron y aprendieron cada uno de la cultura del otro.

Los Bakwains, como muchas otras comunidades africanas, dependía en gran medida de la agricultura para su subsistencia, y la falta de lluvias podía devastar sus cosechas y el suministro de alimentos. Durante el primer año de la residencia de Livingstone en Chonuane, la aldea sufrió una de las sequías más extremas que Livingstone había presenciado. Estas sequías no eran inusuales en la región, y la tribu tenía sus propios medios para intentar influir en el clima.

Sechele, el jefe de los Bakwains, era un doctor de la lluvia, y creía firmemente en el poder de los rituales y encantamientos para atraer las lluvias. Para él, abandonar esta creencia fue uno de los desafíos más difíciles a los que se enfrentó al adoptar el cristianismo, ya que toda su vida había dependido de este conocimiento tradicional para la supervivencia de su gente.

Livingstone, respetando esa creencia, o al menos evitando la confrontación, ofreció una solución práctic: irrigar los campos con agua de un río que siempre tuviera corriente. Aceptando esta sugerencia, la tribu se trasladó a un nuevo asentamiento, Kolobeng, cerca de un arroyo con la esperanza de aliviar la sequía mediante la construcción de un canal de irrigación.

El Asentamiento en Kolobeng: Un Nuevo Comienzo y Nuevos Desafíos

El primer año en Kolobeng fue un éxito. La tribu, bajo la supervisión de Livingstone, construyó un canal que permitió regar sus cultivos, y el pueblo prosperó inicialmente. Livingstone también ayudó a construir una nueva casa para el jefe Sechele y supervisó la construcción de una escuela, ya que la educación de la comunidad era una parte esencial de su misión misionera.

Durante este tiempo, Livingstone también adquirió habilidades prácticas, como la herrería y la carpintería, que resultaron fundamentales para la supervivencia en estas circunstancias difíciles. El propio Livingstone en su libro cuenta como la casa que aquí se construyó fue la tercera que hizo con sus propias manos y que gracias a las habilidades de su mujer, podían ser autosuficientes para su vida en África.

En este capítulo 1 del libro, se produce otro hecho reseñable y es la compra de un terreno por parte de Livingstone a la tribu, la cual desconociendo este tipo de relación comercial, David Livingstone en previsión de futuros problemas, supo exponer con claridad a la tribu y ésta aceptó el trato sin reticencias. Bienes por un valor de 5 libras a cambio de un pedazo de tierra.

Sin embargo, el éxito fue efímero. El segundo año en Kolobeng trajo otra sequía devastadora, que continuó durante el tercer y cuarto año, empeorando las condiciones.

A pesar de los esfuerzos de Livingstone y la comunidad para adaptarse a las condiciones climáticas adversas, las lluvias simplemente no llegaban. La situación se volvió desesperada, con los cultivos marchitándose y el río secándose. La falta de agua era tan extrema que incluso los peces en el lecho seco del Kolobeng murieron en grandes cantidades, proporcionando un banquete para las hienas que se congregaron alrededor del asentamiento.

Livingstone describe el ambiente como uno de desolación. Los árboles nativos comenzaron a perder sus hojas, y el calor abrasador era insoportable. Las condiciones eran tan duras que incluso los insectos como los escarabajos morían al contacto con el suelo. A pesar de este ambiente hostil, las hormigas negras de patas largas continuaban con su actividad incansable, lo que llevó a Livingstone a reflexionar sobre cómo estos pequeños insectos podían obtener la humedad necesaria para sobrevivir. Tomaba notas sobre estos detalles para poder estudiarlos con profundidad más adelante. Incluso observó y escribe como en Angola un insecto «destila varias pintas de agua cada noche».

Las Creencias de los Nativos y los Médicos de la Lluvia

A medida que la sequía se prolongaba, los Bakwains comenzaron a ver la presencia de Livingstone y su fe cristiana como una posible causa de la falta de lluvias. En su cosmovisión, las sequías no eran fenómenos naturales, sino el resultado de la falta de prácticas rituales adecuadas. La tradición local dictaba que las lluvias podían ser convocadas mediante el uso de una variedad de ingredientes y rituales, llevados a cabo por los doctores de la lluvia.

Estas prácticas involucraban desde raíces y bulbos hasta partes internas de animales, como hígados de chacales y corazones de babuinos. Si bien Livingstone se mantuvo escéptico y rechazó la idea de que las medicinas pudieran influir en el clima, los Bakwains seguían creyendo en su efectividad.

El propio jefe Sechele había sido un doctor de la lluvia antes de su conversión al cristianismo, y las tensiones entre sus creencias tradicionales y su nueva fe cristiana eran evidentes. A menudo, los consejeros ancianos de la tribu suplicaban a Livingstone que permitiera a Sechele llevar a cabo uno de sus rituales de lluvia, prometiéndole que, a cambio, todos asistirían a la escuela y seguirían sus enseñanzas religiosas. Sin embargo, Livingstone mantuvo su postura, insistiendo en que las lluvias solo podían venir de Dios, no de las medicinas o rituales.

En una de las conversaciones más reveladoras que Livingstone tuvo con un doctor de la lluvia, el misionero intentó explicar que las nubes no podían ser influenciadas por los remedios tradicionales. El doctor de la lluvia, sin embargo, respondió de manera contundente, argumentando que, aunque Livingstone confiaba en su propia medicina para curar a los enfermos, los doctores de la lluvia también confiaban en sus conocimientos ancestrales para traer las lluvias. Ambos, decía el doctor, eran médicos, y ambos utilizaban sus respectivos métodos para lograr los resultados deseados. Esta conversación refleja la profunda creencia de los Bakwains en sus tradiciones, así como la dificultad de Livingstone para convencerlos de que abandonaran esas prácticas en favor del cristianismo.

Merece la pena destacar esta conversación que Livingstone nos muestra en su libro a modo de diálogo, recomendamos su lectura.

La Desesperación y los Intentos de Sobrevivencia

La prolongada sequía tuvo un efecto devastador en la vida diaria de los Bakwains. Sin acceso a agua ni pastos para su ganado, la comunidad comenzó a dispersarse en busca de alimentos. Las mujeres vendieron sus adornos para comprar maíz de otras tribus, mientras que los niños recolectaban raíces y frutas para subsistir. Los hombres se dedicaron a la caza en un intento desesperado por proporcionar carne para la tribu.

Una de las técnicas más utilizadas para cazar grandes cantidades de animales era el «hopo», una trampa masiva en forma de V construida con setos altos que conducían a los animales hacia un hoyo donde eran capturados. Este método era brutal y efectivo, y durante una semana, los Bakwains lograron cazar hasta setenta animales, incluyendo búfalos, cebras y jirafas. La carne proporcionaba un alivio temporal a la tribu, que había estado viviendo principalmente de una dieta vegetal debido a la escasez de recursos. Sin embargo, la falta de sal en su dieta comenzó a provocar problemas de salud, como indigestión y malestar. A pesar de las circunstancias, la comunidad mostró una resistencia notable, enfrentando la adversidad con valentía y determinación.

Livingstone también destacó el papel de la leche y la carne en la dieta de la tribu, observando que, a pesar de la falta de sal, estos alimentos ayudaban a contrarrestar algunos de los efectos negativos de una dieta estrictamente vegetal. Sin embargo, la escasez de recursos seguía siendo un problema, y la incertidumbre sobre cuándo o si las lluvias regresarían mantenía a la comunidad en constante tensión.

Ilustración original de David Livingstone
Cacería Hopo

Ilustración original de David Livingstone

El Impacto de la Sequía en la Educación y la Misión

El objetivo principal de Livingstone en África era difundir el cristianismo y la educación entre los pueblos nativos. Sin embargo, la prolongada sequía y las dificultades que enfrentaba la comunidad Bakwain hicieron que esta tarea fuera mucho más difícil de lo que había anticipado. Las familias tenían que abandonar sus hogares durante largos períodos para cazar o recolectar alimentos, lo que reducía el tiempo que podían dedicar a la educación y la asistencia a la escuela. Además, la falta de alimentos afectaba su capacidad de concentración y aprendizaje, ya que el hambre era una distracción constante.

Livingstone comparó la situación con la educación en Inglaterra, donde los niños podían estudiar en un ambiente cómodo, con comida y refugio asegurados. En contraste, los niños Bakwains enfrentaban una lucha diaria por la supervivencia, lo que dificultaba su progreso académico. Aunque Livingstone y su esposa proporcionaron tanto educación como apoyo práctico a la comunidad, las circunstancias extremas limitaban el alcance de su misión.

Una pequeña reflexión

El relato de David Livingstone sobre su tiempo en Kolobeng durante la sequía es un testimonio del inmenso desafío que enfrentaban las comunidades africanas en su lucha por la supervivencia en un entorno a menudo hostil. Al mismo tiempo, destaca las diferencias culturales y religiosas que complicaban los esfuerzos de Livingstone para introducir el cristianismo en una sociedad que ya tenía sus propios métodos y creencias para enfrentar estas dificultades.

Aunque Livingstone mantuvo su fe en que solo Dios podía traer las lluvias, su experiencia también muestra su respeto por las tradiciones y conocimientos locales, a pesar de no compartir las creencias de los nativos.

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